Entrevista a Pedro Carreño Fuentes

II Guía Canaria Sabios Guías Intérpretes. Coordinador de Ruta de Fuerteventura: Una ingeniosa recolección de sedimentos y agua: Gavias, nateros y cadenas de Vallebrón.

Proyecto Sabios Guías Intérpretes

Fecha de la entrevista: 14/03/2019

Pedro Carreño nació en el municipio de la Oliva, en la isla de Fuerteventura, en el año de 1955. En sus años de estudiante se desplazó a la isla de Tenerife, donde realizó una carrera técnica de agricultura.

Ha sabido combinar sus estudios con el amor que tiene por su isla y por su territorio, desarrollando labores en torno a la agricultura, al patrimonio y al turismo rural. Es un defensor de la conservación activa del patrimonio cultural e histórico, como elementos a incorporar a la oferta turística de Fuerteventura.

Al pensar y evocar el territorio de Vallebrón surgen para Pedro Carreño múltiples emociones, que en palabras lo define como “un compendio de sabiduría”, en el que se han presentado múltiples necesidades, donde la tierra ha sido un elemento fundamental para producir. Este compendio se nutre de la sabiduría popular, la cual ha logrado, a través del tiempo, obtener de la tierra los alimentos, la comida, la subsistencia.

Vallebrón es un pueblo, situado en un valle “relativamente cerrado”, debido a su orografía y al sistema viario, lo que le ha hecho permanecer durante mucho tiempo aislado del resto de la isla de Fuerteventura. Es un pueblo de pocos habitantes, con muchas tradiciones y cuentos, con una riqueza cultural y geográfica extraordinarias, donde cada piedra, cada metro de tierra, cada camino y cada árbol, encierran historias, vivencias únicas y maravillosas.

Pedro Carreño se vincula con la fundación Lidia García hace un par de años, y es reconocido y valorado como sabio guía intérprete de la isla de Fuerteventura y como estudioso de la etnografía majorera.

Destaca su colaboración en el libro “Enigmas y tesoros en Canarias. El misterio de Cabeza de Perro” siendo el autor del relato sobre la leyenda del tesoro de la Casa de los Coroneles.

Pedro expresa que gracias al vínculo con el proyecto Sabios Guías Intérpretes ha aprendido mucho, ha vuelto a recorrer los caminos que transitaba cuando era pequeño, y se reafirma en la pasión que tiene por trabajar los temas patrimoniales vinculados a la agricultura y al mundo rural tradicional.

La riqueza de la ruta de Vallebrón está integrada por diversos elementos, en los que se puede hallar la organización del pueblo, su riqueza agrícola, el valor tan importante que significaba conocer las cencerras, la sabiduría de los hombres y mujeres que sabían exactamente el lugar donde se encontraban sus cabras a kilómetros. Esta ruta también lleva a conocer senderos y caminos que hablan de emociones, de conocimientos, y de toda la vivencia de un pueblo pequeño, pero que ha vibrado a lo largo de la historia, especialmente por el imperativo de encontrar, recursos y respuestas a todas las necesidades que se iban presentando en el día a día.

La ruta de Vallebrón se inicia en el núcleo del caserío, donde se comparte y se conversa con algunos lugareños, para luego transitar por algunos caminos que ya no se usan, pero que eran recorridos desde los aborígenes, y es así, como uno de estos caminos, llevará a un lugar importante de grabados rupestres. Este camino ha servido para comunicar el pueblo de Vallebrón, con el pueblo de la Matilla.

En todo el recorrido se hallan diversas especies de fauna y flora, descubriendo algunas plantas medicinales que actualmente se siguen utilizando, y cuyo conocimiento fue heredado de los aborígenes y que se fuern transmitiendo de generación en generación, por medio de la medicina popular. En la ruta por Vallebrón también se abre espacio a la sabiduría de quienes obtenían la fibra de las piteras, para la fabricación de cuerdas y sogas, entre otros elementos. El recorrido finaliza en la ermita, que se presenta como un lugar especial, como en todos los pueblos majoreros, pues era allí donde se nacía, el primer llanto de los niños se podía escuchar allí, donde tenían lugar los casamientos y donde se iba a despedir a los muertos. Las ermitas majoreras son además la expresión más artística y delicada de los pueblos, donde se plasmaba la devoción y la espiritualidad de sus habitantes.

Pedro Carreño, en su conversación con la autora de éste relato, transmite la misma calma que se palpa al visitar su querida isla de Fuerteventura y una sensibilidad y cariño especial por los relatos, historias de vida y leyendas de los habitantes de ese rinconcito del norte de Fuerteventura y el reflejo de tanto trabajo realizado en sus laderas para encauzar las aguas de lluvia y retener los sedimentos por las gavias, cadenas, nateros, chapas y demás sistemas ingeniosos de la sabiduría campesina majorera.

 

Eliana Marcela Gutiérrez León

Graduada en Antropología

Alumna en prácticas del máster de Patrimonio Histórico, Cultural y Natural

Facultad de Geografía e Historia de la ULPGC

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