La Gomera: isla de la memoria.

Perdida en el Océano Atlántico, A 28º N y 17º W, entre las Islas Canarias de Tenerife, La Palma y El Hierro, se encuentra La Gomera. La isla barranco, la isla bancal, la isla redonda, la isla que silba, la isla colombina, la isla rebelde, la isla que no pierde su memoria.
Isla que, al no perder su memoria, mediante la tradición oral, ha conseguido mantener hoy pervivencias aborígenes como la cerámica tradicional, a manos de Guadalupe Niebla en El Cercado, o el silbo gomero, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO en septiembre de 2009. Tan importante ha sido esta transmisión oral del conocimiento en La Gomera que incluso ha trascendido las fronteras insulares. Fue aquí donde se rescató el romance del “Cantar del Mío Cid” al completo, el cual se había perdido en el mundo en formato escrito, pero seguía vivo en la memoria de los gomeros.

Figura 1: Guadalupe Niebla Chinea (1982 aproximadamente).

Fuente: Enciclopedia guanche.

Dibujada por profundos valles y escarpados interfluvios, distribuidos radialmente desde el interior a la costa, nos cuenta que desde hace millones de años los volcanes se olvidaron de ella. Esta inactividad volcánica, traducida en el territorio en grandes horadaciones frutos de la erosión, nos muestra una realidad difícil de sortear para sus habitantes. Es por ello por lo que, desde la época prehispánica, sus moradores se las han tenido que ingeniar para colonizar esta isla: desde la fabricación de terrenos llanos para cultivar el alimento, hasta la comunicación de un municipio con otro.

Fruto de la necesidad, es como nacieron los bancales o llanos, como les llaman en la isla, para salvar las fuertes pendientes que dominan la geografía insular. Del mismo modo, se desarrolló el silbo gomero, con el fin de hacer llegar la información con mayor rapidez que la permitida por los complicados senderos que unían un asentamiento con su vecino más próximo. Desconocemos si estas prácticas fueron desarrolladas en la propia isla, o fueron importadas de sus lugares de origen por los primeros habitantes, pero es cierto que han sido piezas fundamentales para el desarrollo y supervivencia de esta población isleña.

La Gomera, que, desde el fin del Antiguo Régimen en Canarias, en 1836, hasta mediados del siglo XIX estuvo dividida en ocho municipios (Véase Figura 2), fue una isla ligada al sector primario, con una economía de subsistencia basada principalmente en la agricultura, seguida de la ganadería y, en menor medida, la pesca. La palmera (Phoenix canariensis) ha tenido, y tiene, un papel fundamental en la isla ya que de sus copas se extrae, a primera hora de la mañana, el guarapo, que no es más que la savia de este árbol que, al cocinarla se consigue la famosa miel de palma. Por estos motivos, no es de extrañar que la propiedad de la palmera no recaiga sobre la persona dueña del bancal o el terreno donde esta se encuentre el ejemplar, sino que estas se heredan de padres a hijos. Es decir, la palmera y el suelo son bienes distintos.

Figura 2: División municipal aproximada de La Gomera a principios del siglo XIX.

Elaboración propia. 2019.

De padres a hijos y de generación en generación es como se transmiten los saberes en La Gomera. Por ello, no es de extrañar que en esta isla se mantenga viva una de las muestras de la música tradicional canaria más ancestrales: el folclore de tambor y chácaras[1], que siempre estaba presente en todos los acontecimientos de la vida las personas, desde el alumbramiento hasta el óbito. Hoy existen tres modalidades diferenciadas por el toque y el cante:

  • El baile del tambor, que se emplea en diversos festejos y es la pieza con la cual procesionan las imágenes religiosas. Consta de un pie de romance que repite el coro, normalmente improvisado en el momento, mientras el solista canta el romance.
  • El santo domingo, que se encuentra, con sus particularidades, en todas las islas del archipiélago, también tiene su representación gomera.
  • Los años nuevos, que únicamente se tocan en Nochevieja, tienen la peculiaridad de que, al contrario que en las modalidades anteriores, existe más de un toque de tambor enmarcado dentro de este cante, normalmente regido por un compás en 3/4.

Figura 3: Representación del baile del tambor.

Fuente: www.eltambor.es 

De esas tres variedades de toques de tambor, únicamente se bailan las dos primeras, aunque hay que puntualizar que el santo domingo es un baile de creación más reciente. Otro baile de tambor, actualmente extinto, que fue celebrado hasta inicios del siglo XX, era el “Velorio de angelitos”. Este ritual se llevaba a cabo cuando se moría un niño o una niña menor de siete años. En un determinado momento del velatorio, el padrino y la madrina bailaban por la habitación con el niño muerto en brazos al son de los tambores y los cánticos monótonos. En estos momentos “era pecado” llorar a los pequeños, porque, en ese caso, empaparían con sus lágrimas las alas de sus angelitos y les impedirían llegar directamente a su destino.

Los ecos de estos cánticos ancestrales aún hoy resuenan en el exuberante bosque esponja del Garajonay, un reducto único a nivel mundial del bosque de laurisilva extinto en el resto del mundo tras la última glaciación. Este paraje desprende un halo misterioso, cargado de leyendas brujeriles, apariciones iluminarias, etc. Pero es, sin duda, la leyenda que le da nombre, la más famosa. Hablamos de la historia de amor prohibida entre Gara, la princesa gomera de Agulo y Jonay, el príncipe guanche de Adeje. Este último, en un acto desesperado por ver a su amada, cruzó a nado el estrecho que separan las islas de La Gomera y Tenerife, para, finalmente ensartarse con una estaca, junto con su amor, fundiéndose en un eterno abrazo en lo que hoy se conoce como Altos del Garajonay.

Si la anterior historia se llevara al cine, sería digna de contener una banda sonora orquestada por los majestuosos Órganos de Vallehermoso. Esta imponente obra de la naturaleza no es más que un pitón sálico modelado por la erosión marina, dando así lugar a una consecución de prismas basálticos de hasta casi 700 metros, tan dignos de admiración que desde 1994 forman parte de la Red Canaria de ENP bajo el título de Monumento Natural de Los Órganos.

Figura 4: Parque Nacional del Garajonay

Fuente: Diego Delso, CC BY-SA 3.0

Al haber estado expuesta durante tanto tiempo únicamente a procesos erosivos, La Gomera posee un sinfín de lugares espectaculares a los cuales merece la pena otorgarles nuestro preciado tiempo: el Roque Cano, La Fortaleza de Chipude, el roque de Agando, el roque del Sombrero… documentos petrificados que nos hablan de una isla muerta que no pierde su vida. Una vida que podemos descubrir si nos paramos en la infinidad de tonos verdes que ofrece el bosque de El Cedro, en el rumor que lleva el agua al brotar por los Chorros de Epina, en la inmensidad de sabores que te ofrece la gastronomía isleña… pero, sin lugar a duda, una vida que atestiguamos en sus gentes. Esas gentes que, cuando no pudieron luchar contra la tierra porque ya no daba frutos, lucharon contra el mar en busca de nuevas oportunidades. Esas gentes que, estando lejos del hogar, soñaron con magua y lucharon por regresar. Esas gentes que siempre conocieron el valor de su legado y con cariño lo supieron transmitir con la palabra para que llegase hasta nuestros días. Esas gentes que resuenan en los profundos barrancos de la isla al son del tambor o al eco del silbo. Esas gentes… Esas gentes de La Gomera.

 

Bibliografía

  • Chácaras y Tambores de Guadá (2016). El Velorio de los angelitos. Revista digital El Tambor. Recuperado de: https://www.eltambor.es
  • Enciclopedia Guanche – Guadalupe Niebla. (Consultado el 4 de abril de 2019). Recuperado de: https://www.guanches.org
  • Jerez Sabater, P. (3 de enero de 2015) La Gomera de los ocho municipios. Recuperado de: https://www.eldiario.es
  • Trapero, M. (2018). La Gomera: “Reserva Natural “del romancero. Revista digital El Tambor. Recuperado de: https://www.eltambor.es

 

[1] El tambor va delante porque es quien manda mientras las chácaras repican en segundo plano. Estas últimas, a pesar de dar la impresión de ser el instrumento emblemático de La Gomera, realmente pueden incluso llegar a ser prescindibles.

 

Por Pablo Sosa Álamo

Alumno en prácticas del Grado de Geografía y Ordenación del Territorio

Facultad de Geografía e Historia

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

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