Las cuevas y solapones

En las vertientes entalladas por las aguas de Barranco Hondo sobresalen, a modo de cornisas, unos bloques rocosos, llamados brecha Roque Nublo que son los que los habitantes de la zona aprovecharon para picar y convertir en cuevas de habitación o de almacenaje (graneros, alpendres, bodegas, etc.). Esa brecha volcánica es un conglomerado de piedras de diferentes tamaños unidas por cementos de cenizas y tobas volcánicas. Los cueveros o piqueros trabajaban, con cierta facilidad esos materiales cementados para realizar las cuevas. Muchas de ellas datan de la época aborigen y a mediados del siglo XX era uno de los mayores poblamientos en cuevas de las medianías de Gran Canaria (AIDER, 2008:84). Se aprecia diferente uso entre las cuevas de la vertiente de solana y las de umbría. Las de solana (orientadas al sur) eran principalmente “de habitación”, mientras de que las de umbría se dedicaban principalmente para guardar el ganado, como gañanías o gallanías. En épocas de crecidas del barranco, muchas veces quedaban incomunicadas las dos vertientes y se recurría a todo tipo de soluciones ingeniosas para transportar de un lado a otro el sustento.

En verano, pasaban más tiempo en la ladera de umbría, que se estaba más fresco, pero en invierno no se podía estar por allá porque corría el barranco y muchas veces quedaban incomunicados. Cuando esto pasaba, se las tenían que ingeniar de diversas maneras para transportar de un lado a otro el sustento: unas veces confeccionaban puentes con sogas por los cuales iban de un lado a otro, sorteando el agua, mientras que otras veces, cuando el nivel del agua permitía hacer pie, se amarraban la soga al pecho y le ayudaban desde el otro lado. A pesar de ello, el 90% de las cuevas se encuentran en la ladera de solana.

Nuestro sabio piquero, Rubén Pulido Godoy nos comenta que las viviendas trogloditas eran de una sola habitación en la que se encontraba la cama de matrimonio y, al fondo se colocaban los aposentos para dormitorio de los hijos, uno para chicos y otro para chicas. Delante de la cueva se ubicaba el roso, que era una especie de porche en el que se ponía un emparrado, de manera que, en invierno le entraba perfectamente la luz a la vez que se aireaba bien la cueva y en verano, cuando el sol levantaba más con respecto al horizonte, le proporcionaba algo de sombra a la cueva. Hasta los años 70 del siglo XX carecían de baños. Lo que se hacía era una letrina (pollo de cemento con agujero en medio) en la parte exterior de las mismas, aunque en la mayoría de los casos, las necesidades se hacían entre los matos. La cocina también estaba situada en el exterior de la cueva y era esencialmente un horno de leña.

Las cuevas no se podían hacer en cualquier sitio, ni tampoco de cualquier manera. Para evitar que se vinieran abajo, se hacían de medio punto y así el peso descansaba en las esquinas, pegadas al suelo y el techo se mantenía firme. Se escogía un terreno seco y homogéneo, compacto y resistente, nunca duro y rocoso. Muchas veces, las oquedades preexistentes daban la marcación del terreno subyacente a la superficie visible. Esta decisión marca, a día de hoy, linealidades de excavaciones, que conforman casas-cuevas o gañanías. La parte superior de la cueva era otro tipo de terreno al que prestar atención, puesto que no debía tener ni cultivos de riego, ni grandes árboles de porte, ya que podrían provocar fisuras y generar problemas de humedades en el interior de los hábitats. Una buena opción para cubrir esa superficie, muy recurrida en esta zona es la repoblación con pitas (Agave americana) o las tuneras (Opuntia ficus-indica) que teniendo poca necesidad de riego y raíces muy superficiales afectan poco al terreno. Además, proporcionan un parapeto ante escorrentías de agua o rodamientos de piedras al frente de las viviendas.

En relación con la confortabilidad térmica de las cuevas señala nuestro sabio cuevero Rubén Pulido Godoy lo siguiente: “cuanto más drásticas las temperaturas, más se nota la suavidad de las temperaturas de las cuevas”.

Barranco Hondo en Gáldar y Artenara (Gran Canaria) junto a las de Baza y Guadix en Granada, son los lugares de España con mayor densidad de cuevas. El sendero discurre por diversos asentamientos trogloditas, como los de El Andén, Las Arvejas, el Lomo de Las Cuevas, el Tablado o La Cueva de Las Machas. Esta última, denominada así por ser el lugar de residencia de unas mujeres “solteronas” a las que, por su condición de solteras, denominaban “machas”. Este lugar contaba también con una era, que también adoptó el mismo nombre: Era de Las Machas.

Bancales, cadenas y bocaos

Para entender este paisaje, se debe saber que la relación entre las cuevas y los bancales es fundamental. Nuestro intérprete de los bancales, Eladio García Medina nos cuenta sobre como las tierras que se excavan para conformar los espacios interiores de las cuevas sirven para rellenar las cadenas agrícolas. Este sabio de la conformación de muros de piedra seca, nos explica con detalle la utilización de las piedras más grandes para la base y primeras hiladas, así como en las esquinas y puntos de tensiones por empujes del terreno. A su vez “…las piedras pequeñas se aprovechan para hacer el mazón”, que supone el drenaje de las aguas en los terrenos húmedos, “…que provocan portillos” o deslizamientos de los muros en las laderas.

En general, las piedras se van yuxtaponiendo y concertando unas con otras, de manera que conforman unos aparejos que muestran “la piedra diversa de cada lugar.” “Es un trabajo duro para el que hace falta mucha fuerza y resistencia. Pero también bastante pericia y habilidad para desplazar o apear piedras muy pesadas, que el ser humano no sería capaz de mover, sino es con ingenio.”

A lo largo de este lugar se percibe la presencia humana. La modificación del territorio es indiscutible, desde el aprovechamiento de cuevas hasta el cultivo en bancales para salvar la pendiente. La intensa antropización de esta localidad nos ha proporcionado un paisaje cultural asociado al agua inigualable.

Actualmente, la mayoría de los bancales se encuentran en abandono, pero en la antigüedad se cultivaban cereales, como el millo, la cebada o el trigo, hortalizas como papas, cebollas, ajos, zanahorias, etc. hasta incluso algunos frutales, preferentemente la higuera. Algunos bancales presentan mayor superficie de muro que rellano cultivable. Reciben diferentes denominaciones según su localización y características constructivas: Los bocaos (vocablo procedente del portugués bocados que significa pedacitos) son de reducidas dimensiones y se encuentran por debajo de las viviendas. Una variante son los denominados polletes, que tienes más piedras que tierra; las cadenas son bancales con rellanos en pendiente y muros de poca altura, dedicados a los cereales y se localizan por encima de los solapones. Y se llama fincas a la parcela de bancales que va desde el interfluvio hasta el cauce del barranco, normalmente al abierto de una pequeña cuenca hidrográfica, denominadas hoyas, hoyetas u hoyetitas según sus dimensiones. Otro concepto curioso, relacionado con los bancales es el de huesos, que es el nombre que reciben los brotes de piedras madre que aparecen en los bancales.

Las infraestructuras del agua

“Los animales siempre estaban cerca de donde estaba el agua.”

“El agua de abasto se puso en la década de los 70 y la luz en los años 80.”

Las galerías

Manolo Rivero (Sabio, Guía e Intérprete) explica que los manantiales nacen sobre un suelo impermeable, de arcillas normalmente, que impiden que el agua filtre y llegue al acuífero. Esos estratos se llaman almagres. Nos comenta que antiguamente, al encontrar un manantial, con el fin de conseguir más agua o aumentar el caudal del mismo, se realizaban las galerías y que éstas se solían perforar con dinamita. Se avisaba a la población con antelación para que desalojaran la zona, repleta de bancales en producción, y así evitar pérdidas personales. Justo antes de realizar la detonación avisaban mediante gritos: “¡Dentro de quince minutos que no esté nadie por este lugar!”. También se realizaban de forma más tradicional, cavando y con estructuras de madera, para evitar desplomes, como se hace en las minas. En una de las galerías existe una tronera o cantonera para la distribución del agua hacia las diferentes parcelas para acometer su riego.

Los lavaderos.

Los lavaderos, o construcciones de piedra formadas por lajas inclinadas y situados en cauces de barrancos y/o en márgenes de acequias eran el punto de reunión femenino para lavar la ropa, para el aseo personal y para socializarse entre ellas. La presencia de hombres estaba prohibida, aunque se permitía el acceso a niños, pero sólo hasta que cumplían los catorce años, cuando se consideraba que dejaban atrás la infancia. Se podría decir que era el “mentidero” de las mujeres de Juncalillo. Durante el recorrido encontramos dos lavaderos construidos en ladera y uno en el cauce del barranco: uno se encuentra en la actualidad cubierto por el derrumbe de un bancal y en muy malas condiciones, muy cerca del cauce y, el segundo se encuentra en buen estado y se localiza cerca de dos galerías de agua, en el lugar denominado Charco de Las Arenas. Era el mejor preparado y al que le llegaba más caudal de agua procedente de las dos galerías cercanas. Para lavar en el cauce del barranco las mujeres se tenían que hincar de rodillas por lo que resultaba mucho más incómoda la faena. Nos cuenta nuestra sabia, Mely (Manuela García Pérez) que el día de lavado era los lunes (una vez en semana) y que la ropa la llevaban en cestas de mimbre o de latón. La dejaban secar un poco para luego llevársela en los mismos recipientes, colocados en la cabeza para llevarla a los tendederos (piteras de las cornisas superiores a las cuevas y en las liñas situadas en la parte exterior de las cuevas).

Molino del Tío Juan Mercedes

Los molinos ubicados en la cuenca del Barranco Hondo son alrededor de 6 y corresponden, los situados en el margen derecho del barranco, al municipio de Gáldar y los que lo hacen en la margen izquierda, al de Artenara. Todos fueron movidos por las aguas de la Heredad del mismo nombre, siendo de poco caudal hasta que se aumentó con las explotaciones acuíferas de pozos y galerías. Antes de esas explotaciones y, en tiempos de estiaje el caudal disminuía notablemente y para solucionarlo se construían pequeñas presas rústicas o charcas en el cauce del barranco, las cuales, al soltarlas se aprovechaban para accionar los molinos.

El molino que encontramos en la ruta de SGI se encuentra en el margen izquierdo del barranco (Artenara), en el lugar conocido como Las Peñas, barrio de Las Arvejas, primero de la cuenca, es propiedad actual de los herederos de Juan Mercedes González Pérez, uno de cuyos hijos fue el último molinero, conocido como “Pancho el Cojo”, también zapatero en la plaza de Juncalillo. Éste molino maquilero(1) fue movido por aguas de nacientes y fuentes del Charco de La Arena y del Barranco, llamado también Fuente del Tablero. Inicialmente tuvo cubo y más tarde, la fuerza hidráulica procedió de un canal de 30 metros de desnivel. Tenía dos pares de piedras del país de 1,10 metros de diámetro (Díaz Rodríguez, Juan, 1988:247). Lleva inactivo desde el año 1963 presentando un estado de ruina considerable.

(1) Maquila: Cantidad de grano, harina o aceite que corresponde al molinero por la molienda.

La intrahistoria (identidad, cosmovisión, fiestas, tradiciones y curiosidades)

Juncalillo, según nos cuentan nuestros sabios, guías e intérpretes, durante los años 60, fue una localidad que llegó a albergar cerca de tres mil habitantes(2). Esto ocasionó muchos problemas administrativos, debido a que, al estar lejos de Gáldar, se sentían desamparados por su ayuntamiento. Por cercanía, sentían mucho más apego por Artenara, ya que prácticamente era con sus pobladores con quienes convivían, más que con sus propios conciudadanos. Por estos motivos, entre otros, se llegó incluso a pedir la desvinculación de Gáldar en pro de anexionarse al municipio artenarense, que contaba con menos población que esta localidad galdense.

Ese sentimiento de lejanía y mala comunicación con la capital municipal no supuso un freno al crecimiento demográfico que tocó techo en la década de los 60 del siglo XX.

Resulta muy ilustrativa la visión que los habitantes de éste rincón de Gran Canaria tenían de su lugar. Aportamos la cosmovisión de un sabio de la tierra (D. Elías Ciriaco Rodríguez) natural de Juncalilo, fallecdido em 2008 con 97 años y abuelo del coordinador de ésta ruta (Ricardo Javier Santana Rodríguez, 2018):

Juncalillo-Barranco Hondo…………………nuestra comunidad

Juncalillo, Bco Hondo, Artenara -Tejeda…Isladentro

Gáldar y Guía………………………………..la Costa o la Capital

Las Palmas de G.C…………………………donde arreglar los papeles, la mili

Los Sures (El Inglés y Maspalomas)……..donde los turistas vienen a las playas

España……………………………………….de donde vienen las noticias (radio o TV)

Resto del mundo, “esos mundos”………de donde son los que hablan y no se les entiende

El aislamiento también repercute en la convivencia y en los ratos de ocio de tal manera que en ese pequeño enclave de los altos de Gáldar se celebra, al igual que en otras localidades de Gran Canaria (Guía, Agaete, El Valle y La Aldea) la fiesta de La Rama

Se conocen referencias escritas en prensa de dicha fiesta desde 1914, pero cuatro años más tarde fue cuando los vecinos hicieron promesa a Santo Domingo de Guzmán, que consistía en realizar anualmente la ofrenda de La Rama si él intercedía y les ayudaba a reparar el techo de la ermita que un vendaval había destrozado(3). Una curiosidad en esta fiesta que la diferencia de otras fiestas con rama en Gran Canaria es que se realiza una parada con el fin de predicar en la Cruz de los Misioneros y que antes de realizar la ofrenda, se da unas vueltas a la plaza(4).

Según nos cuenta Manolo Rivero (Sabio, Guía Intérprete de ésta ruta), en la era(5) que se encuentra en el Tablado, se realizaba la matanza del cochino. Ese día era un día muy especial, sobre todo para los niños del lugar. Existía un grupo de gente especializada que se encargaba de todo el proceso: quien hacía el corte, quien recogía la sangre para hacer morcilla, quien quitaba las entrañas, etc. pero para la infancia la persona más importante era quien cogía la vejiga urinaria del animal. Esta era tratada con sal, luego la jurgaban para finalmente inflarla, para convertía en un balón de fútbol. Los niños, solían ponerse los nombres de jugadores de la zona como por ejemplo Marrero que, según nos cuenta Manolo, eran muy buenos y jugaban hasta que la vejiga se picaba. Así fue como empezó el fútbol en la zona.

Por su parte, Anastasio (otro SGI de ésta ruta) nos explica que antiguamente existía prácticamente un grupo musical por familia, a lo que añade “unos eran mejores y otros eran peores”. La música estaba muy presente en la localidad y los bailes eran asiduos. Recuerda incluso que llegó a haber quien tocara el violín en las parrandas del lugar y que aprendían de oído, no por estudios. Respecto a los violinistas dice que ya no quedan debido a la aparición del acordeón, que era un instrumento novedoso, que aportaba un sonido moderno, más exótico y a la vez más fácil de tocar. Esto, según nos cuenta, beneficiaba a quienes querían conquistar a las mujeres por medio de la música, por lo que la presencia del violín pasó a un segundo plano. Había también guitarras, laúdes, timples y bandurrias.

Manolo Rivero, nuestro sabio-cronista de Juncalillo, señaló que también existía un rancho de ánimas formado por vecinos de La Gloria y de El Tablado. “Pepe Blanco, junto con Juan Manuel y el hijo de éste, Pablo García, crearon el rancho de ánimas de El Tablado y estaba formado por Pepe Blanco, Pablo García, Manuel Díaz… esos eran los que llevaban la voz cantante y tocaban algunos instrumentos. Entonces iban casa por casa cantando, sobre todo, en épocas de Navidades, lo que se conoce como ranchos de pascuas. Tenían encargos porque generalmente, lo que cantaban eran a los difuntos. También por el día de los difuntos solían salir. Entonces, la gente les encargaba que cuando pasaran por su casa les cantara. Dice también que el canto del rancho de ánimas era parecido a como cantan el folclore en La Gomera, muy monótono y repetitivo. Entonces, el vecino al que le cantaban les daba una moneda, con el fin de que encargaran luego misas para sus difuntos. Entonces, cuando se iba a decir la misa, se decía la intención a quién iba dirigida. pues esa era un poco la finalidad del rancho de ánimas.”

Uno de los miembros del recordado Rancho de Ánimas de El Tablado, Manuel Díaz, tocaba muy bien la gaita y otros la guitarra y el timple. Y se hacían acompañar de estos instrumentos, por estos caminos y por estas casas. Siempre actuaban de noche. Al preguntar por algunos instrumentos más nos comenta que el rancho de ánimas no estaba muy desarrollado en la zona, pero cree recordar la existencia de algún tambor que acompañaba, y está seguro de que había algún pandero.

Concluimos añadiendo una serie de datos y hechos curiosos aportados por los Sabios, Guías e Intérpretes de ésta ruta de Gran Canaria.

Rubén Pulido Godoy, el piquero (SGI) comentaba que la ruta que realizamos por Barranco Hondo forma parte del camino de Santiago que conecta Santiago de Tunte con el de Gáldar.

Juan Cubas Montesdeoca (SGI de Barranco Honde de Abajo) señala que hubo siete molinos, con el molino de viento. Había agua y era otra vida. Recuerda el olor del gofio, con la leche, el caldo de cilantro con pescado… y nombra las trofas(6). Con centeno, trigo y cebada se hacía el pan. Había vida comunal para recogida de las papas y de las piñas. Habló también de unas cajas, que son las cajas de las ánimas, que eran cajas de muertos con asas empleadas para llevar a los difuntos a los cementerios de Artenara y Juncalillo.

Pero no todo eran momentos de duro trabajo y de alegrías, también se vivían situaciones de miedo aderezado por la superstición. Sirva de ejemplo la historia de que, en El Andén, donde las cuevas están muy pegadas unas de otras, en las noches de invierno de truenos y relámpagos, la gente asustada sin apenas poder dormir… se cuenta que a las cuatro de la mañana o, a veces, de la una a las dos, o de las doce a la una, corre la mala fortuna. Es el momento de las brujas. Pues dice que empezaban a oír ellos el trote lanzado de un caballo de punta a punta. Y estaban ellos desalados.

Manolo Rivero es el trasmisor del resto de relatos que aquí se aportan. Para empezar, nos dijo que: “Hasta el año 67, se puede decir que Juncalillo estaba incomunicado, sin agua de abasto. Era un pueblo autosuficiente. Tenía mucha necesidad, pero tenía todas las estrategias para sobrevivir: con las tierras, los animales y los productos.”

“La primera radio que llegó al lugar fue por allá por el año 65, en casa de un pariente de Manuel Henríquez (o Enrique). Había un programa que se llamaba “La Ronda” y ellos ponían la radio sobre un muro que había en la casa y encendían la radio para que todo el mundo que había por allí lo escuchara.”

“En los años 50 y pico, cuando José Sánchez era cura de Juncalillo, se hacía un concurso de enramadas por barrios, o por caseríos, entonces, El Tablado era uno y después, en vez de La Hoya Casas, él le puso La Gloria, por ser núcleo troglodita más alto del lugar.”

Durante la época de la Guerra Civil, había incursiones desde la costa hacia arriba. Era muy conocido “El Pistolera”, que tenía una banda y venían a caballo y entonces venían y se estaban en los garajes. Todo el mundo sabía que habían venido, por los restos de asaderos y demás que dejaban. El territorio que abarcaba “El Pistolera” iba desde La Aldea hasta Guía. En La Gloria, concretamente, hay unas cuevas que, secretamente, hicieron un túnel donde, en los años del 36 al 39, metían a los mayores y a los niños, hasta que se supiera que ya se habían alejado estas bandas. Los jóvenes, los hombres de 40 o 50 años, sobre todo los que tenían escopetas, se situaban en la Montaña Valerón, por si se aproximaban.

La matrona de Juncalillo fue, durante mucho tiempo, era la madre de Manolo Rivero (SGI). NO había médico en la zona, y como su madre había parido 13 veces, y era práctica en la materia, la mandaban a llamar para que atendiera a las mujeres parturientas, convirtiéndose de ese modo en la matrona.

“Todo el mundo tenía su mulo, su burro o su caballo. Sus vacas, y después, en las gañanías que eran cuevas, tenían las vacas, las crías de las vacas, el burro… cada uno tenía su aquello. No todas las cuevas eran grandes, algunas eran ajustadas.”

“El único dinero que venía era de las ventas de las papas, del queso y de los animales.”

Terminamos con la historia del becerro de Saturnino, el albañil: “Uno de los albañiles más famosos de aquí de Juncalillo, Saturnino, era muy solicitado en el lugar. No tenían hijos. Él se dedicaba exclusivamente a la construcción. Cuando estuvo en edad de jubilarse, como no tenía animales y tenía una cuevilla, se compró un becerro y lo metió en la cuevilla. Al tiempo, cuando quería sacarlo, el becerro había crecido y no cabía por la puerta. Después, estuvieron dos días rompiendo la entrada de la cueva para poder sacar al animal, que no estaba acostumbrado a caminar, y tuvieron que ir ocho personas para sacar al animal de ahí por la ladera que estaba al lado de donde la cueva y de ahí llevarlo a la cumbre para cambiarlo a los marchantes.”

(2) 2.471 habitantes de derecho y 2.266 habitantes de hecho, según Nomenclátor. Asimismo, hay que tener en cuenta que antes toda la gente no se empadronaba, por lo que es posible que la realidad superase estos datos.

(3) Aguilar Castellano, S. (2013:43)

(4) Ascanio Sánchez, C. (1990:24)

(5) Toda la zona de debajo de esa era se denomina “Bajolera”, según Manolo, que, si lo analizamos, este topónimo nace de la deformación de la frase “Debajo de la era”.

(6) Recipiente para poner los cereales.