Caminos de Mudada (Jinama y San Salvador)

Las mudadas son los cambios de domicilio que numerosos herreños realizaban a lo largo del año, fenómeno que perduró hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Estas se tenían que hacer dos veces al año. Era motivo de necesidad y obedecía a varias causas, entre ellas la escasez de hierbas para los animales, las cavas de viñas. Ocurría a mediados de enero cuando las gentes visitaban el Valle del Golfo y la segunda visita la hacían al final del mes de julio. Era tiempo de verano, descansaban, pasaban las frutas, vendimiaban, iban a la playa y aprovechaban lo que daba el mar, en su primera estancia estarían un mes marcando su tiempo con el atender las viñas. Durante la segunda mudada, se solían quedar en El Golfo, durante varios meses.

Los caminos que se usaban en esta práctica para acceder al valle del Golfo eran el Camino de Jinama (Foto nº1), Camino de La Peña, o el de San Salvador. Los tres estaban presididos por una imagen de un santo en sus ermitas, en la zona de acceso. Se puede decir que los caminos eran auténticas autopistas donde, a todas horas y todos los días del año, se encontraban caminantes que bajaban o subían.

El camino de San Salvador, anteriormente denominado camino de La Cumbre, cambió de nombre cuando un vecino (Pablo Padrón González) colocó la imagen de dicho santo para que le protegiera de los miedos de la noche, convirtiéndose en el guía que aseguraba un viaje seguro a los humanos y animales que con frecuencia transitaban por él. Este camino, también fue un camino de “Mudadas”, el cuál era utilizado para trasladarse desde La Frontera al Pinar y viceversa. Otros muchos también lo usaban para trasladarse desde La Frontera hasta San Andrés, en alternativa al Camino de Jinama.

En medio del Camino de San Salvador, se encuentra la zona del Bailadero de Las Brujas, un lugar envuelto en el misterio. Como su nombre indica, está asociado por tradición a las creencias “brujeriles” existentes entre la población insular. Muchos herreños aún cuentan como antepasados suyos vieron apariciones extrañas en esa zona mientras transitaban por el Camino de San Salvador.

Las mudadas significaban el desplazamiento de todos los escasos enseres que las familias tenían y que necesitaban para pasar la temporada en el sitio de la mudada, utilizando para ello los burros como animales de carga.

Foto nº1. Camino de Jinama (de mudada)

Bancales de la viña (paisaje, variedades, patrimonio etnográfico)

Debido a la orografía escarpada de ésta zona de la isla que tiene el aspecto actual debido a un macrodeslizamiento gravitacional y al fraccionamiento de las propiedades a lo largo de los años, nos encontramos en la parte alta del Valle de El Golfo con un paisaje de bancales de reducidas dimensiones (Foto nº2).

Además, la orografía y orientación de cada parcela produce un microclima diferenciado y esto, junto con la composición del suelo de la parcela, hace que cada viñedo sea único en un fascinante mosaico conservatorio de variedades, de color y de fauna y flora asociadas. La agricultura de éste valle, ubicado al sotavento de los vientos húmedos fue, hasta mediados del siglo XX, de secano, siendo el cultivo de la vid el que ocupaba la mayor extensión.

El cultivo de la vid influyó de tal manera en la vida de los herreños, que hasta cambiaban de lugar de residencia, con el fin de realizar los trabajos propios de la “zafra”. Así los vecinos de las partes altas, donde sí se daba el cultivo que necesitaba más agua, cada mes de enero y febrero se trasladaban a Frontera con el fin de cavar y podar la viña, así mismo durante los meses de agosto y septiembre bajaban de nuevo para la vendimia.

En El Hierro se han plantado diversas variedades de vid que se han ido adaptando a lo largo de los años adaptarla al suelo y al clima de la isla, evolucionando a veces hacia varietales diferentes a los de origen. En consecuencia, aunque mantienen el mismo nombre y apariencia, aquí algunas de ellas tienen un comportamiento enológico bastante distinto y otras han evolucionado hasta casi considerarse una variedad nueva. Existen diversas variedades de uva, pero las más cultivadas son:

  • Listán Negro – variedad autóctona canaria conocida en la Isla como Negramuelle. No es la misma variedad que el Listán Negro de la Península.
  • Verijadiego Negro – derivada del Sumoll catalana.
  • Baboso Negro – su filiación parece algo dudosa pero seguramente proviene del noroeste peninsular (Foto nº3)
  • Listán Blanco– el Palomino de Andalucía.
  • Verijadiego Blanco – de procedencia incierta.

Con la uva baboso negro se produce un vino exquisito, aromático y gustoso, pero las uvas y los racimos son de pequeño tamaño y, por eso, de mucha menor producción. Las cepas de las viñas se dirigen a ras del suelo y para que los racimos de uvas crezcan con holgura, les colocan unas horquetas hechas de palos de brezos u otros árboles y arbustos del monte (Foto nº4).

En éste paisaje de bancales de viñas se aprecia un considerable número de elementos del patrimonio etnográfico asociado a la producción de vino. Destacan los lagares particulares y comunales por todo el valle (Foto nº5). Por otra parte, rara era la casa que no tenía su propia “pedazo” de viña, su bodega o al menos su barrica.

Bancales de “la modernidad” (plátanos y piñas)

En la actualidad en los bancales ubicados en la zona más costera de El Golfo, nos encontramos con grandes plantaciones de piñas y de plátanos (Foto nº6). La agricultura estaba bastante limitada por la escasez de agua disponible (problemas de almacenamiento de agua superficial), pero a raíz de la perforación de pozos, en concreto el pozo de Agua Nueva, en la década de los años 20 del siglo XX, se comenzó a desarrollar la agricultura de regadío, localizándose las parcelas de cultivo en las inmediaciones del pozo. Los principales cultivos eran los de tomates y plátanos, y gran parte de la producción se exportaba a otras islas a través del Puerto de Punta Grande.

La verdadera revolución económica a través de los cultivos de regadío, se produjo en los años sesenta, cuando se asentaron en La Frontera un grupo de palmeros, quienes compraron gran parte de los terrenos de la zona, actualmente conocida, como “el Matorral”. Ese grupo de colonos palmeros fabricaron nuevas superficies de cultivo, transformando las coladas de lavas (malpaíses) transformando las cubiertas de calcosas (nombre que reciben los arbustos de vinagreras o Rumex lunaria, en ésta isla) y sorribando (traslado de tierra fértil desde la cumbre).

Establecieron el cultivo “extensivo” de plátanos y con el paso del tiempo, se introdujo el cultivo de la piña el cual se ha convertido en uno de los principales medios económicos de los que se dedican al sector primario.

En la actualidad el cultivo del plátano sigue siendo uno de los principales del municipio de la Frontera, teniendo como variedades más comunes la Enana, Gran Enana, Gruesa, Palmerita y Briel. Además, ya se cuenta con una pequeña producción de plátanos ecológicos.

Según los datos obtenidos de la cooperativa de Frontera, la variedad Roja Española de piña, predomina sobre el resto, y es la que mejor se adapta a las condiciones naturales del Golfo de Frontera.

Se caracteriza por tener un sabor peculiar entre dulce y ácido. La producción que se gestiona es de alrededor de 900.000 kilos por año.

Foto nº6. La pinocha, base o paja en El Hierro
se emplea en el cultivo de la piña tropical.

El agua

La isla de El Hierro ha sufrido la escasez de agua, como un problema crónico, a lo largo de su historia. Desde la época de los bimbaches (primitivos pobladores) se recurrió a sistemas ingeniosos de ingeniería hidráulica como los eres, laderas arcillosas donde recogían el agua de las lluvias y de las brumas, también nos encontramos con los guácimos, huecos en los árboles donde se almacenaba el agua. Pero el sistema más eficiente, de los empleados por los bimbaches, fue el del Garoé, árbol mitológico que interceptaba el agua del manto de estratocúmulos a través de las hojas, ramas y troncos hasta su derivación a cazoletas excavadas en las rocas para su almacenamiento y recogida.

En 1404 la isla se quedó anexionada a la Corona de Castilla, por lo tanto, comenzó la conquista y sus pobladores padecían el mismo problema que los antiguos pobladores, la sed, en esta época seguían utilizando el árbol Garoé para abastecerse, pero lo empezaron a llamar “El Árbol Santo”. En 1610 una tormenta derribó el árbol, lo que provocó una crisis en la población por el miedo de que les deparaba el futuro. Como solución, en 1638 comenzó a realizarse el pozo de Timijiraque, pero fue un error ya que cuando consiguieron encontrar agua era salobre y escasa. Pasado el tiempo, los herreños comenzaron a realizar pozos al comienzo del siglo XX, siendo el pionero el de la zona de Agua Nueva, el cual resultó ser de agua dulce. Se perforó entre los años 1.917 y 1.920, siendo el primero que se hizo para la explotación. Pertenecía a la familia de los Villarreal, quienes   proporcionaban agua gratis a mucha gente en los años de sequía. Gracias a este pozo también se mejoraron y potenciaron los cultivos de papas, hortalizas y caña de azúcar, con la que se elaboró el famoso ron de Agua Nueva.

En la zona de El Golfo, donde antes había estériles malpaíses, se depositaron tierras procedentes de las zonas altas para convertirse en fértiles superficies agrícolas, donde se regaba caña de azúcar y plataneras. El pozo de Agua Nueva enseñó el camino y así, uno tras otros, se fueron perforando hasta 9 nuevos pozos, en el Valle de El Golfo.

En la década de los 60 del siglo XX se realizó un estudio de la calidad de las aguas subterráneas en el que se concluye que la mala calidad del agua se debe a la intrusión marina, a los gases volcánicos y a los riegos con fertilizantes y pesticidas, por lo que muchos de esos pozos dejaron de explotarse.

El Canal, es una obra hidráulica que se hizo necesaria para distribuir el agua de riego de los pozos a las parcelas de cultivo (expansión del plátano) en la zona de El Matorral. “Con este objeto se estableció una petición oficial al ministro, que a su vez lo remitió a la Dirección General de Obras Hidráulicas. Esta institución comienza a realizar estudios al respecto a mediados de 1972, y en marzo de 1973 el canal Frontera-Verodal queda aprobado técnicamente y presupuestado por el Servicio Hidráulico de Tenerife en 110.752,095 pesetas” (Foto nº6). Aunque inicialmente estaba proyectado con una longitud de 16 km, teniendo como punto final la zona del Verodal, finalmente llega hasta el pueblo de Sabinosa, unos 5 km menos de lo presupuestado. Se trató de una red de distribución, que se alimentaba de los pozos existentes, siendo su finalidad la de general una red de regadío que impulsara la agricultura en la zona de El Matorral. Esa zona es, en la actualidad, la que presenta la mayor superficie de cultivo de plátano y otros productos tropicales como mango, aguacate y, fundamentalmente la piña. Y eso se debe a la construcción del Canal que en la actualidad está en desuso, por el entubamiento reciente de las aguas de riego.

Recomendable visualizar el vídeo “El agua en El Hierro”.

Foto nº6. El Canal. Don Cayo Armas (D.E.P.)
con alumnos del IES Roques de Salmor