Prácticas agrícolas

En el Jable, donde antiguamente se plantaban muchos cultivos (batata, cebada, centeno, millo, sandias, melones y tomate), hoy predomina la batata.

“En realidad, en jable se plantaba de todo, legumbres, cereales… Pero se distribuía en función de la profundidad de jable de la tierra, si era un morrito con poquita profundidad, entonces se dejaba para las legumbres”. Gustavo Rodríguez, La voz de Lanzarote (agosto 2019), 116:42

El millo, las sandías y melones se plantaban más cerca de la costa para aprovechar la humedad de la maresía.

Para poder cultivar en la zona había que convertir el manchón en tierra de cultivo. A los trabajos previos de preparación se les llama romper. Lo primero que se hacía era romper el manchón cortando la “julaga, que se amontonaba en gavillas. Esos restos de poda se usaban para varias cosas: como combustible en hornos de cal, leña para cocinar y, como bardos principalmente. Después se araba varias veces, hasta que la hierba casi desapareciera y la tierra cogiese jugo. Para evitar que el viento destrozara los cultivos se colocaban los bardos o cortavientos de “julaga”, de pasto o, con menor frecuencia, de piedra, en hileras transversales a la dirección dominante. Llegados a ese punto, ya se podía comenzar a plantar.

La tierra se preparaba barbechando, primeramente, luego “arando menú”, y como saliera algún pegoste se le pasaba una rastrilla o se escardaba; una vez libre de hierbas se esperaba turno para “ajoyar”. Siempre empezaba el de detrás y sus conversaciones eran cuándo iban a “joyar” para “élir”, para evitar que se le pasase el jugo a la tierra. Algunas veces si no “ajoyaba el de detrás, no “ajoyabas” tú, porque sabias que el viento te iba a hacer tanto daño que no salvabas la cosecha. Era costumbre desafiar a los vecinos para ver quien terminaba antes la fila “ajoyando”. Cada tipo de cultivo tenía su sistema de bardos. Las gavias eran bardadas de 6 o 7 filas, la de sandias de una fila, y la de tomates una o dos filas, o cuadriculas.

Para plantar la batata, cultivo dominante actualmente en el Jable hay que hacer primeramente un platillo, (separar el jable seco), después se hace un “joyo”, cuya profundidad depende de la profundidad a la que se encuentre la madre; luego se le echa el estiércol, se pica y se tapa haciendo un montón alto. Una vez hecho el montón y a modo de capa, se le echa una palada de tierra seca para que cubra el montón y no se seque rápido. La batatera se planta ese día si hay tiempo y sino otro. No se dejan pasar muchos días para que al montón se le pase el jugo (humedad en la tierra).  Se coge la planta y se entierra en el montón por la cara del soco; con la mano se hace un hoyo en forma de cueva (se puede doblar el rabo de la planta) se introduce la planta y se aprieta. La planta de batatas no debo sobrepasar de unos 30 cm. Si la tierra tiene poco jugo (porque ha llovido poco) se plantaba humedeciendo el montón con un cacharrito de agua. Por último, si se perdía se replantaba de nuevo, hasta que la finca quedara al 100%.

El jable siempre vuela (jable volón), llegando a entullir, o enterrar la primera fila de batatas, delante del primer bardo.

“La peculiaridad del jable es que funciona como una esponja, dejando pasar el agua de lluvia a la parte dura (la arcilla) y manteniendo esta humedad durante un año. La labor del agricultor de secano es gestionar esa humedad. Eso sí, el terreno de jable requiere estar un año en barbecho”. Gustavo Rodríguez, La voz de Lanzarote, (agosto 2019,116:43).

Instrumentos de labranza y enseres

Para poder trabajar la tierra, almacenar los productos agrícolas y sobrevivir, el campesino de Lanzarote se las ingenió para diseñar artilugios de labranza y enseres domésticos de muy diversas características, con la escasa materia prima que existía. Entre los instrumentos usados para las labores del campo destacan:

  • Escardillos y sachos (para arrancar hierba)
  • Enarenador (para distribuir la arena volcánica homogéneamente)
  • Arrayador (para marcar las filas lo más derechas posibles)
  • Arado americano y arado de cebollinos (para abrir surcos en la tierra)
  • Lata (para levantar los bardos)
  • Tanganilla (para plantar el grano)
  • Pala (para cavar y recoger y trasladar materiales, como arena o tierra)
  • Horqueta (pata amontonar las hierbas y arbustos)

Uno de los sabios de ésta ruta del jable resultó auténtico diseñador y reproductor de todo tipo de instrumentos de labranza y de utensilios. En su garaje guarda auténticas piezas dignas de formar parte de un museo etnoagrícola.

Entre los enseres domésticos destacan:

  • Sarandas (cestas de fibras vegetales usado para cernir los cereales)
  • Barricas (toneles de madera usados para la crianza del vino)
  • Sálamos (bozal para camellos)
  • Tornillos de lagar (tornillo de madera, también llamado husillo para el prensado de la uva, en la fabricación del vino)
  • Trompo para lañar (especie de taladro que se usaba para grapar piezas de cerámica o loza)

Costumbres: cruces en los caminos

Las cruces de los caminos de Lanzarote constituyen señas de la memoria colectiva de los isleños. Se usaban para marcar celebraciones claves de los calendarios locales (fiestas, calamidades…), como límites geográficos e incluso, para recordar a los difuntos, en los caminos hacia los cementerios.    

En el camino de La Villa nos encontramos con diferentes cruces. La primera cruz es la de Manuel Parrilla, tiene una inscripción que pone: “el 31 de julio de 1824 vino aquí el apóstol San Andrés. Fue el día que reventó el volcán”. Cuando la tormenta tropical Delta llegó a Canarias, en 2005, rompió la cruz de Paco Parrilla, su dueño entonces quien, junto con Juan Lemes (Juanele vivía en la Vegueta, fabricaba los timples de calabaza,) la restauran e incorporan la inscripción completa. Ni los historiadores, ni la prensa de la época, hacen referencia a este hecho.

Siguiendo por el camino de La Villa, y casi a la mitad, aparecen tres cruces juntas que sirven para señalar el lugar adecuado para el descansadero de difuntos. Las gentes que pasaban por el camino las cargaban y rezaban una o dos oraciones (padres nuestros) por las almas de los difuntos. Cargar la cruz se refiere a ponerle una piedra pequeña en los brazos; también había quien la descargaba, todo con la misma finalidad. Con el paso de los caminantes se iban acumulando rezos al difunto para su salida del purgatorio.

Juegos infantiles

Según cuenta Juan Manuel Auta, coordinador de ésta ruta, natural de Tiagua y rescatador de juegos tradicionales, eran muchos los juegos que los niños de Tiagua (pago cercano a El Jable) practicaban. Así, por el camino de Tortuche, jugaban a la bola “montá”, echaban las “gometas” (cometas), jugaban al arco, alud de tierra, deslizamiento de terraplenes, a tres en fila, gira enlatada, vuelta del pastor, a huevo, caña, araña, a huele manteca, y a la lucha de barriles y hacían animales de calicanto.

El viento, las arenas cementadas y los nidos fosilizados de abejas (icnitas de himenópteros) eran los recursos con los que contaban para emplear sus tiempos de ocio.

La “bola montá” se jugaba en los caminos, cuando se llevaban las cabras de camino al lugar de pastoreo, pues los niños también eran agricultores y ganaderos. Cada jugador tira su bola con la intención del darle a la del contrario. Al que acertara a darle a la bola del contrario le tocaba llevarlo montado a la piola hasta el lugar a donde había llegado la bola. Jugaban en el trayecto de ida y de vuelta y las bolas se dejaban escondidas en una pared hasta el día siguiente.

El alud de tierra: Consistía en escarbar en los meanos (microdunas) y el objetivo es ver a quién le llegaba más lejos la “riscaera”.

El deslizamiento en terraplenes. Consistía en dejarse resbalar en los lugares donde las extracciones de arenas han dejado unos taludes importantes

Tres en fila. Juego para dos, en el que se marcaba el juego, a modo de tablero, en la arena. Cada jugador tenía tres piedras y el reto es lograr poner las tres piedras en línea

Girar en la “lata” y vuelta del pastor son dos juegos de habilidades que se practica con una “astia” y en el que podían jugar con los mayores. El primero consiste en apoyar la “lata”, “garrote” o “astia” en el suelo, agarrarla por el centro y girar a modo de bandera. Mientras que la vuelta del pastor consiste en pasar todo el cuerpo por debajo de la lata. Era una demostración de habilidades entre niños y también un modo de apuestas, pues el perdedor tenía que ir a traer el ganado o tenía que retirarlo del daño.

En el juego huele manteca se hacía una cueva en el jable con un agujero pequeño en la parte superior. Se tapa la boca de la cueva con jable seco y bastante suelto, se le dice al otro niño ¡huele tú!, que parece que huele a manteca. Cuando está oliendo, el otro le da un puñetazo al jable seco saliendo despedido por el agujero superior, llenándole la cara de jable.

La lucha de barriles cada jugador o equipo cogía 12 barriles o icnitas de himenópteros y los ponía en fila y frente al del contrincante. En medio se hace un hoyo pequeño, se golpeaba uno contra otro hasta que se rompiese o lasquease. Los equipos tenían cola, media y dos puntales. Y, con las arenas cementadas, llamadas calicanto se hacían animalitos, ovejitas, camellos que se esculpían con un trozo de arco de una barrica