Estructuras para la gestión de las laderas

Las duras condiciones ambientales de Fuerteventura (escasas lluvias, viento, aridez, y suelos pobres) condujeron a que el campesino majorero agudizara su ingenio para adaptarse a ellas y lograr su subsistencia. El conocimiento que adquieren los majoreros, fruto de la observación del funcionamiento hidrológico de las laderas, les lleva a la construcción en ellas, de muros de piedra con diversas finalidades. En la vertiente expuesta al Norte, se distribuyen desde el cauce hasta el filo: gavias, cadenas, paredones y nateros, espacios agrícolas más fértiles con muros de piedra y, las chapas y malezas, espacios con peores suelos, sin muros y dedicados al cultivo ocasional. También existen muros de piedra seca construidos para el deslinde de propiedades, como las suertes, o para la protección de los cultivos de la entrada del ganado (majadas y cercos).

Las gavias, los nateros y los paredones son sistemas agrícolas tradicionales altamente eficaces para la producción de alimentos en medios áridos y sostenibles, por la correcta gestión que en ellos se hace del suelo y del agua.

Las gavias son terrenos agrícolas que se construyen para encauzar y remansar el agua de la lluvia, provocando así que se infiltre la mayor cantidad de agua en el subsuelo para conseguir el nivel de humedad suficiente para cultivar en esos terrenos.

Cuando llueve, la gavia recibe agua del cielo y de las laderas (alcogidas) se inunda y llena, permaneciendo así durante días. Existen diferentes tipos. Según su localización, se distinguen gavias de ladera o de fondo de barranco. Y según el sistema de captación de aguas existen 5 tipos. Estos son: Gavias de alcogida (reciben agua de una zona amplia), de derivación (por un cauce temporal), mixtas (combinan las dos anteriores), modernas (combinan sistema tradicional con riego con agua de pozo extraída mediante molinos de viento) y gavias de recarga (su única función es la de recargar el acuífero, para su posterior extracción).

Las partes que componen una gavia son: el caño (canal o surco reforzado con piedras o mampostería que conduce el agua hasta la gavia); el trastón (pequeño muro de tierra y piedra, que rodea la parcela de cultivo y que impide que el agua se desparrame); la torna (puerta de piedra o de mampostería por la que el agua entra en la gavia); el desagüe o tronera (abertura en el trastón por la cual la gavia envía el agua sobrante al barranquillo o a otra gavia) y las compuertas (estructuras que mediante su apertura y cierre controlan el flujo del agua que entra por algunos caños de cierta importancia, canalizando el agua hasta un grupo de gavias).

El agua de escorrentía que es desviada del cauce del barranco hacia la gavia a través del caño y que entra en la gavia atravesando la torna, se filtra lentamente (de 2 a 3 días y hasta 10 en los suelos más arcillosos) en el terreno (denominado “beber la gavia”). En ellas se plantaban cereales y leguminosas y en sus bordes, algunos frutales (higueras, moreras, olivos y granados). Hoy se planta en ellos alfalfa y millo para el ganado.

Los nateros (del portugués nateiros) son muros de piedra seca construidos transversales al cauce de las barranqueras con el fin de frenar las aguas de escorrentías y represarlas para colmatarse de sedimentos, creándose de ésta manera depósitos de suelo fértil donde no existía. En ellos se solían plantar árboles frutales para el consumo familiar.

Las cadenas son muros de piedra dispuestos en las laderas, a modo de terrazas, construidos con el fin de frenar las escorrentías y aprovechar el escaso suelo existente. Reciben únicamente el agua de lluvia directa o de la escorrentía laminar de la vertiente dispuesta aguas arriba de las mismas. No cuentan con caños que sirvan de desvío de los barrancos y barranquillos. En ellas se cultivaban cereales de segunda categoría (cebada y centeno) ya algunos árboles frutales (higueras, durazneros) y parras.

Cultivos y plantas industriales

En las gavias de Vallebrón se sembraban cereales (trigo, cebada, maíz grano y maíz forrajero), leguminosas (lentejas y garbanzos) y alfalfa. Los numerosos molinos (forma troncocónica) y molinas (forma cúbica) que se conservan en la zona atestiguan su pasado cerealístico. Destacamos algunas expresiones populares relacionadas con las gavias:

“En la gavia plantaba el majorero sus ilusiones” y “Una gavia sin caño es como una cachimba sin caña” (Pedro Carreño, coordinador de esta ruta de SGI).

La actividad económica se complementaba con la recolección de una serie de plantas (orchilla, espino, barrilla o cosco, pita) e insectos (la cochinilla) para la obtención de la materia prima con la que fabricar alimentos, tintes o enseres de diverso tipo. Con el liquen (Lichen rocella) conocido como orchilla y con el insecto parásito que se hospeda en las pencas de tuneras, la cochinilla (Dactylapius opuntia) se obtenían tintes que se vendían en otros países.

Existen dichos populares que destacan las duras condiciones de trabajo que los orchilleros tenían que soportar: “Orchillero, oficio ruin, matadero de cristianos donde está la lengua quieta y trabajan pies y manos” (Pedro Carreño, coordinador de esta ruta de SGI).

Del espino (Lycium intricatum) se extraía la madera perfecta para hacer los caños de las cachimbas y los frenillos para que los baifos dejaran de amamantar de sus madres, o como leña para los hornos domésticos.

Con las semillas del cosco (Mesembryanthemum nodiflorum), planta silvestre abundante en Fuerteventura, los majoreros hacían gofio con el que alimentarse en épocas de años ruines, por la falta de lluvias para sembrar cereales, y fabricaban barrilla (piedra hecha con las cenizas de la quema de dicha planta seca) que se exportaba para la fabricación de jabón. Era tanta la importancia, en aquel contexto de la Fuerteventura profunda, que coger cosco en una suerte ajena constituía un conflicto, de hecho, se producían denuncias ante los juzgados por tal motivo. Para la elaboración del gofio, se llevaba la planta a los pequeños cuencos volcánicos formados a la orilla del mar. Allí se abrían las cápsulas donde se alojaban las diminutas semillas que iban a parar al fondo, se retiraban las ramas se recogía el grano y se secaban al sol. Una vez secas, se molían en el molino de mano. El resultado es un gofio con sabor agradable, bien de sal y con algo de sabor a marisco.

Con la fibra de la pitera (Agave americana), llamada en Fuerteventura “pitera de la tierra” para diferenciarla del henequén, se fabricaban las sogas. Dicha planta, abundante en Fuerteventura, crece de forma silvestre sin ningún tipo de cuidado y se utilizaba además como forraje y, plantada en hileras, para delimitar terrenos. La fabricación de la soga era un trabajo sencillo pero muy laborioso pues se debe invertir mucho tiempo para obtener un metro de soga. Los fabricantes de sogas eran artesanos especializados que trabajaban por encargo y realizaban todo su trabajo a mano. Según fuera el destino de la soga era su extensión. Por ejemplo, una soga de carga, solía medir 12 brazas. (1 braza equivale a 1,8 metros). En el proceso, la materia prima pasaba por diferentes manos: la obtención de la fibra, realización de la tomiza y finalmente, la fabricación de la soga.

La obtención de la fibra se hacía abriendo un hoyo en la tierra, que se usaba como un horno en donde, con las brasas hechas, se colocaban las palas de las piteras, limpias de picos y ordenadas. Se cubrían de tierra y se dejaban entre 8 y 15 días. Pasado ese tiempo, se machacaba la pala de pitera y se pasaba por una tabla con tachas a modo de peine ayudados con el zurrador. Luego se hacían las tomizas con las que hacer finalmente las sogas. Éstas normalmente se hacían con tres tomizas. Una soga de carga solía medir 12 brazas y se le daba cebo para suavizarla en su uso y para que corriera mejor al amarrar. Entre los utensilios que se le ponían estaba el garabato y la argolla de madera.

La soga se hacía aprovechando las vigas altas, por ejemplo, en la tahona. Para hacerla se necesitaba de, al menos 4 personas. La tomiza se enrollaba en una piedra para darle peso, se iba torciendo cada tomiza mientras otra tiraba por detrás hasta que resultaba totalmente terminada. Un día en que Agustín de Vera, poeta popular, pasó por una casa en la que había unas mujeres torciendo una soga, y debió verlo como un acto erótico, les cantó:

La soga va engurruñando

Y los peñones subiendo

Y el que no tiene cojones

Que poco aguanta jodiendo

El informante sobre la fabricación de la soga fue D. Vicente Fuentes Reyes, ya fallecido y ultimo artesano en la fabricación de soga y obtención de fibra, quien aprendió el oficio del abuelo de su esposa, de él era el zurrador que tiene Pedro Carreño y que tiene más de cien años.

Sobre la pitera hay un poema dedicado al niño Jesús

Aquí te traigo mi Niño

esta mata de pitera

por ser la única planta

que produce nuestra tierra

fruto no nos da ninguno

pero nos ha sido güena

con ella hemos escapado

las cabras y las camellas.

Arquitectura tradicional (iglesia, viviendas, tahonas y pajeros)

La arquitectura tradicional de Fuerteventura se caracteriza por su sencillez, funcionalidad y el empleo, para su construcción, de materiales y mano de obra del lugar. En Vallebrón destacan la iglesia, algunas viviendas tradicionales y, como parte de la arquitectura doméstica, las tahonas y los pajeros.

La ermita de Vallebrón se encuentra en las laderas del Morro de la Majada. Fue fundada el 17 de agosto de 1712, año en el que se ofició la primera misa, por iniciativa de un grupo de vecinos que se encargaron de su construcción y de dotarla de los ornamentos necesarios para el culto. Y en 1758 la ermita se dotó con una imagen de candelero de Ntra. Sra. de Gracia, de madera policromada que es la que se conserva hoy día. Durante el siglo XVII coexistieron en Vallebrón dos ermitas: la de Nuestra Señora de Gracia y la de San Juan Bautista. La segunda ermita, que se encontraba en ruinas desde antes de 1923, se vendió por 230 pesetas a un labrador vecino de La Oliva. Tras la desaparición de dicha ermita fue trasladada la imagen de San Juan Bautista a la de Ntra. Sra. de Gracia, donde se encuentra actualmente. Y, siendo el patrón de Vallebrón dicho santo, se conoce actualmente, como la ermita de San Juan Bautista.

Tiene una sola nave, con cubierta a dos aguas y teja, de aspecto rústico y sencillo. La sacristía está adosada al lado del evangelio (sector norte), con acceso desde el interior del templo y con cubierta a cuatro aguas. Frente a la puerta principal se encuentra el calvario o cruz (éste es de madera) colocada en una plataforma a la cual se sube por gradas de mampostería.

La ermita dispone de dos puertas adinteladas con piedras de cantería color claro. La principal se sitúa al oeste y la cantería enmarca el vano de la puerta, formando casetones rectangulares y cuadrados, con una cornisa en la parte superior, en la que se apoyan dos pináculos, en los extremos. Entre ambos y sobre una pieza trapezoidal, se sitúa una losa con un relieve que representa dos ratones enfrentados. Esa última pieza está rematada por una cruz. En la parte superior de la puerta sur se observa un relieve de una cruz adornada con dos ramas en la parte inferior y dos clavos en la superior. El campanario es una espadaña de madera muy sencilla que se ubica en el lado izquierdo de la fachada principal

La construcción de la vivienda majorera se basó en

“el ahorro en la inversión y en el esfuerzo físico (…); el empleo de los materiales más cercanos al solar de construcción (…); la reiteración del modelo de edificio tendente al cubo, la amalgama de tradiciones y soluciones arquitectónicas (castellanas, francesas, moriscas); y la sencillez de las estructuras internas y externas de cada casa” (Pedro Quintana Andrés, Rincones del Atlántico, 2015, nº9, T III: 184).”

Están realizadas con gruesos muros de mampostería de piedra seca, con poco uso de mortero y con los materiales del entorno: barro, cal y piedras. La madera obtenida en la isla, troncos de palmeras y tarajales, se usaba para vigas (cumbreras o puntales) y, las personas con más recursos, la adquirían en otras islas.

La casa de los Peña y la casa de la guapa costurera llamada Chanita, ambas en estado semiruinoso, son dos buenos ejemplos de arquitectura doméstica tradicional majorera de Vallebrón.

Y para resguardarse del ventoso tiempo de Fuerteventura, las casas se orientan hacia el sur. Los tejados de las casas se construían con una inclinación inversa a los tejados comunes para aprovechar el agua de lluvia, la cual se recogía en el aljibe que se ubicaba en el patio. Solían ser de una sola planta, con pocos huecos y disponía de dos o tres habitaciones. La arquitectura tradicional tenía un carácter funcional, adaptado a la necesidad de almacenar el grano y proteger a los animales, por eso contaban con corral de pajeros y corral de ganado.

Algunas viviendas disponían, en una habitación adosada y orientada al patio, de molinos harineros, denominados tahonas o atahonas (sólo en Fuerteventura). Estos molinos están adaptados técnicamente para ser movidos por animales (camellos o burros). Su construcción favoreció el aumento de la producción de harina y gofio respecto a la que se realizaba con los molinos manuales. Consisten en una gran rueda dentada colocada horizontalmente, que gira sobre su eje mediante la almijara (palo curvo de madera que se le colocaba al burro o camello) y que pone en movimiento otra rueda horizontal que acciona los engranajes y a su vez las piedras de moler giratorias, denominados asientos de atahonas o tahonas.

Dicen que, en ocasiones la molienda se realizaba con fuerza humana y que las parejes aprovechaban esa tarea para “enamorar”. Un dicho popular relacionado con las tahonas dice así: “Si tuviera una novia que se llamara Ramona daría más vueltas por ella que un camello en una tahona” (Pedro Carreño, coordinador de esta ruta).

Formaban parte de la “arquitectura doméstica” de carácter efímero, los pajeros. Eran montículos de paja de cebada usados para almacenar el grano. Se hacía un empedrado en la base para evitar el paso de los ratones y, para que no entrara la lluvia se le superponía en la parte superior una torta de barro y paja. Y para guardar el queso se realizaban construcciones de mampostería cilíndricas llamadas taros. Cada medianero tenía la obligación de hacer pajeros para los dueños de las tierras.

Costumbres, dichos populares y modos de vida (fiestas)

Leyenda del negro Luis:

El “Negro Luis”, un militar que vivía en Vallebrón, bajo el mando del “coronel” construyó la 1ª ermita de Vallebrón, la de San Juan. Como no respetaba las órdenes del coronel, dice la leyenda que éste le mandó asesinar y que en el Punto de la Higuera se enterró su cadáver. A partir de entonces se asocia ese lugar con la ocurrencia de cosas extrañas.

Leyenda sobre la plaga de ratas inmortalizada en piedra:

A Fuerteventura se le puede considerar una de las islas Canarias que mayor variedad de calamidades ha sufrido a lo largo de su historia. En el dintel de la puerta principal de la ermita de San Juan Bautista de Vallebrón se encuentra inmortalizado en forma de relieve sobre piedra, con las figuras de dos ratas enfrentadas, la plaga de estos roedores que sufrieron sus habitantes a principios del siglo XVII. La voracidad de dicha invasión fue tan importante que destrozaron todo lo que encontraban a su paso, dejando a las familias en la más absoluta miseria. Las ratas arrasaban con todo: granos, pieles, telas, maderas, semillas, etc..Cuentan los mayores del lugar, que las ratas llegaron incluso a atacar a las personas y a los animales, sufriendo mordidas mientras dormían. Los esfuerzos realizados por los vecinos para acabar con la misma, no dieron los resultados esperados (hogueras, trampas-garrafones, teniques encendidos, o rogativas, novenas, plegarias, etc…).  Los vecinos que permanecieron en el lugar por no tener mediospara abandonar el lugar (materiales y familiares o conocidos) pidieron auxilio al señor de Fuerteventura quien acordó con el cabildo insular, pedir la mediación del marqués de Lanzarote quien les prestó un manual de exorcismo que ya había sido usado en dicha isla con similares fines. En la leyenda queda que el empleo de ese tipo de rituales acabó con dicha plaga y en las actas del cabildo de 25 de mayo de 1629 se puede comprobar el agradecimiento de la corporación majorera a la de la isla vecina por el préstamo tan generoso y eficaz del citado libro (Pedro Carreño Fuentes, en: Canarias insólita. Bestias, fenómenos y calamidades: 300-301).

Finalmente, como agradecimiento a la divina providencia, se colocó aquella loseta con la alegoría de las ratas sobre la puerta de la ermita de Vallebrón. «Hoy ya casi nadie recuerda por qué esta esa placa en la ermita, aunque todavía quedan algunas personas muy mayores a las que ha llegado esta historia que conservan en sus memorias», explica Carreño.

El mapa sonoro de Vallebrón:

La visita a la casa de Juan Vera, uno de nuestros Sabios de la ruta de Vallebrón concretamente a los establos de cabras y al almacén de cencerras, nos hacer caer en la cuenta de que hasta bien entrado el siglo XX, y con la llegada de los primeros vehículos, la sonoridad de la isla de Fuerteventura debió estar íntimamente relacionada con la actividad agropastoril

A la pregunta que se le formuló acerca de si siempre se había sido ganadero, respondió que no, que él se dedicó a trabajar mucho durante su vida. Se deduce pues que no considera “trabajo” a ese oficio por ser trabajador por cuenta propia, no por “desmerecimiento” a esa profesión. Algunos de sus trabajos más destacados fueron su trabajo en una torre petrolífera en los países árabes (no precisó país) o en su intervención en la construcción del pozo de Pepe Fuentes, hecho a pico y pala hasta sus 59 metros de profundidad.

Nos transmitió su pasión, “casi platónica” por las cencerras y su empeño por conseguir las que él consideraba “especiales” fuera al precio que fuera y a pesar de suponer traslados de varios kilómetros recorridos a pie. Señaló que en Fuerteventura, el nombre de las cabras les viene dado por el color de su pelaje, que Fuerteventura es pueblo de ganaderos, siendo por ello las cencerras muy importantes dado que por su sonido se sabía no sólo la localización de las cabras propias sino incluso, la de los vecinos. Las “hembras marimachas” eran hembras que no daban crías. Don Juan tiene una colección de más de 200 cencerras, algunas de las cuales tienen más de un siglo. Las cencerras se afinaban. La parte exterior de la cencerra es de latón y la interior, llamada badajo era de madera. El artesano que hacía los badajos se llamaba badajero y dice Don Juan que el mejor de los de Fuerteventura era el abuelo de Pedro Carreño, coordinador de ésta ruta del patrimonio majorero.

En su condición de hombre agricultor sacó a la luz el tema de las cabañuelas o predicciones populares del tiempo meteorológico. Aportó el dicho en que se relaciona la fruta con el tiempo: “Los granaderos con fruta abarruntan lluvia”. Fialmente mostró su incredulidad sobre la eficacia de las cabañelas y menos aún con el cambio climático que nos está afectando ya. Y dijo: “Ni los ingenieros saben nada de lo que hay aquí abajo ni los curas saben nada de lo que hay de aquí parriba” (Juan Vera, 2018)

Las fiestas patronales de Vallebrón:

Este pueblito de La Oliva celebra sus fiestas anuales en honor a San Juan Bautista, Santa Gracia y San Pedro desde el 20 al 29 de junio. Las fiestas eran acontecimientos a los que acudían personas procedentes de los núcleos más próximos (Guisguey, Caldereta, La Matilla, Tindaya, La Oliva, etc.), tras realizar largos trayectos a pie. Cuenta Carmensa Darias, la Sabia Guía Intérprete de ésta ruta, que los habitantes de Vallebrón ponían todo su empeño en agasajar a los visitantes para las fiestas, embelleciendo y pintando sus casas, por dentro y por fuera, limpiando y lustrando los escasos muebles que tenían, con un mejunje de aceite y vinagre, amasaban más cantidad de pan y organizaban comidas para recibir a los invitados. Se solía preparar para la ocasión puchero majorero con la cabras machorras seleccionadas y cebadas para la ocasión. Se invitaba a familiares y amigos y se consideraba una afrenta cuando no acudían a la fiesta.